A la hora de renovar la pintura exterior de una vivienda o definir el acabado final tras una construcción, la elección del color adquiere un papel central. No se trata solo de una cuestión estética: el tono que se escoja será la carta de presentación del hogar, la primera impresión que brinda a vecinos, visitantes y a quienes lo habitan. En ese contexto, conocer las opciones más elegidas, las combinaciones en tendencia y los consejos prácticos para tomar una decisión acertada puede marcar la diferencia.
El color exterior refleja la identidad del hogar, dialoga con su entorno y, a la vez, expresa la personalidad de quienes lo habitan. Por eso, su elección debe ser meditada, consciente y, en lo posible, alineada con criterios de equilibrio visual, funcionalidad y sustentabilidad.
Tonos clásicos y neutros: elegancia atemporal
Dentro de la paleta cromática disponible, hay ciertos colores que año tras año se mantienen entre los más elegidos para pintar fachadas. Es el caso del blanco y de los neutros como los distintos grises, el beige, el arena o el hueso. Estos tonos poseen una cualidad versátil que los hace adecuados tanto para casas urbanas como para construcciones ubicadas en entornos más naturales.
Su neutralidad también les permite adaptarse con facilidad a diferentes estilos arquitectónicos: desde viviendas de corte moderno hasta casas de campo o estilos tradicionales. Además, tienen la capacidad de resaltar elementos arquitectónicos particulares como molduras, aberturas, balcones o texturas, generando un marco sobrio pero sofisticado.
El blanco, en particular, tiene la ventaja de reflejar luz y aportar una sensación de limpieza, amplitud y frescura. En climas cálidos, además, puede contribuir a mitigar la acumulación de calor sobre la superficie exterior. Los grises, por su parte, son una opción cada vez más popular por su capacidad de combinar con detalles metálicos, madera o piedra, mientras que los tonos arena y beige se destacan por transmitir calidez sin estridencias.
Colores terrosos: conexión con la naturaleza
En paralelo al auge de los neutros, los colores terrosos vienen ganando protagonismo en las fachadas contemporáneas. Esta tendencia se vincula con una búsqueda de mayor naturalidad, autenticidad y conexión con el entorno. Tonos como el terracota, el marrón, el verde oliva, el arcilla o el arena cálido aportan una atmósfera acogedora y remiten visualmente a paisajes rústicos y orgánicos.
Estos colores son especialmente valorados en viviendas ubicadas en zonas arboladas, rurales o cercanas a ambientes naturales, donde logran una integración armoniosa con el paisaje. También se los elige por su capacidad de disimular el desgaste y el polvo del ambiente exterior, lo que contribuye al mantenimiento estético a lo largo del tiempo.
El verde oliva, en particular, se ha transformado en una elección moderna y elegante para exteriores, y permite combinaciones interesantes con aberturas negras, detalles en madera o revestimientos de piedra natural.

Azul marino y negro: sofisticación y carácter
Para quienes buscan alternativas más audaces y con personalidad, el negro y el azul marino se imponen como opciones de alto impacto visual. El negro, aunque históricamente relegado para los exteriores, ha encontrado su lugar en la arquitectura moderna, especialmente en viviendas minimalistas o con diseños de líneas rectas y materiales industriales. Su uso transmite sobriedad, fuerza visual y un aire de vanguardia.
Por su parte, el azul marino es un clásico que combina bien con estilos arquitectónicos más tradicionales, aunque también se adapta a viviendas contemporáneas. Tiene una presencia elegante y versátil, y puede combinarse con tonos blancos o madera para lograr contrastes atractivos.
Ambos colores requieren ciertos cuidados, ya que tienden a absorber más calor que los tonos claros y pueden revelar más fácilmente imperfecciones o desgastes con el paso del tiempo. Sin embargo, bien aplicados y mantenidos, generan fachadas distintivas y memorables.

Combinaciones elegidas: armonía y contraste
En lugar de apostar por un solo tono, muchas personas eligen combinar dos colores para dar más profundidad y dinamismo a la fachada. Las combinaciones más populares suelen tener al blanco como base principal, acompañado por un tono secundario que aporte contraste o calidez.
Una de las más utilizadas es el dúo blanco y negro, que remite al diseño escandinavo y transmite una estética moderna y limpia. También es frecuente la combinación de blanco y gris, que permite jugar con distintas intensidades de luz y sombra, y genera una apariencia contemporánea sin perder neutralidad.
En el caso del blanco con marrón o terracota, se logra una fachada equilibrada que combina elegancia con calidez, ideal para casas de estilo colonial o mediterráneo. Estas combinaciones permiten destacar elementos particulares del diseño arquitectónico, como aleros, columnas, portones o balcones, y adaptarse a distintos tipos de entorno.
Consejos antes de elegir el color
Elegir el color exterior de una casa no es solo una cuestión de gustos. Hay ciertos criterios técnicos y contextuales que conviene tener en cuenta para asegurar un resultado satisfactorio y duradero.
Uno de los aspectos clave es observar el entorno: el color debe integrarse de manera armónica con el paisaje circundante, ya sea urbano, natural o mixto. También conviene considerar los materiales existentes en la construcción (madera, ladrillo, piedra, hormigón, etc.) y su comportamiento con distintos colores.
Otro consejo práctico es probar una muestra del color elegido sobre una pared de la casa, preferentemente en un sector que reciba tanto luz natural como artificial. De esta manera, es posible apreciar cómo varía el tono según el momento del día y las condiciones lumínicas, evitando sorpresas una vez aplicada la pintura en toda la superficie.
Además, es importante considerar aspectos como la orientación de la vivienda, el clima de la zona, la durabilidad del color elegido y su capacidad de resistencia al sol, la humedad y la contaminación. También se recomienda utilizar pinturas específicas para exteriores, con alta resistencia al desgaste, a los rayos UV y a los cambios de temperatura.
El color del año: Curry Dorado
Cada temporada, distintas marcas y expertos en diseño establecen cuáles serán los colores tendencia, y en 2025, uno de los tonos destacados es el Curry Dorado. Se trata de una tonalidad cálida, vibrante y energética, ideal tanto para detalles interiores como para superficies exteriores que busquen destacarse con un toque original.
Inspirado en una estética aventurera y artesanal, el Curry Dorado puede utilizarse como acento en detalles como marcos, puertas, contraventanas o muros específicos, en combinación con paletas neutras como el blanco, el arena o el gris claro. Su presencia aporta espontaneidad y creatividad, sin saturar el espacio.
Este color encaja especialmente bien con otras tonalidades cálidas y terrosas, como el naranja quemado, el arcilla o el marrón claro, generando combinaciones que evocan sensaciones de hogar, raíces y conexión con lo natural. También puede acompañarse con verdes profundos o azules apagados, que le brindan balance visual.

El auge de lo artesanal y lo natural
Otra tendencia que se consolida en 2025 es la vuelta a lo natural, lo artesanal y lo hecho a mano. Esto no solo se expresa en la elección de colores, sino también en los materiales utilizados en la construcción y en los detalles decorativos.
En este contexto, las tonalidades crudas, los beiges, los ocres, los marrones y los verdes apagados ganan terreno como reflejo de una estética más cálida, cercana y orgánica. Estas paletas buscan recrear ambientes acogedores, sostenibles y con identidad propia, alejados del brillo excesivo y del diseño impersonal.
Al combinar estos tonos con texturas naturales como madera, piedra, cemento alisado o ladrillo visto, se logra una fachada con personalidad, que a su vez dialoga con las nuevas demandas de sustentabilidad, eficiencia energética y respeto por el entorno.

Personalidad y raíces en el color
Finalmente, la tendencia más reciente en decoración exterior apunta a reforzar la identidad de cada hogar a través de colores que remitan a sus raíces, su historia y su entorno. Esto implica una mayor apertura a tonos vívidos, saturados o poco convencionales que se utilizan estratégicamente para personalizar la fachada sin caer en el exceso.
Verdes intensos, azules eléctricos, naranjas tierra o incluso bordó oscuro aparecen como opciones para quienes desean una casa que se destaque, siempre que se combinen de forma armónica con el resto de los elementos arquitectónicos y con el entorno.
Este enfoque privilegia la autenticidad por sobre la uniformidad, y promueve una mirada más libre, lúdica y expresiva del color en el diseño exterior. Además, permite a cada propietario proyectar su estilo en el espacio que habita, generando viviendas con alma propia.
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