Las cocinas ya no son solo un lugar para cocinar. En 2025, esta estancia se consolida como el verdadero corazón del hogar, integrándose de manera armónica con el salón y adaptándose a los nuevos hábitos de vida, donde la tecnología, el diseño y la sostenibilidad conviven en equilibrio. Las tendencias del próximo año marcan un cambio profundo en el modo de concebir estos espacios, que ya no se piensan en aislamiento, sino como ambientes multifuncionales, estéticamente cuidados y emocionalmente acogedores.
Uno de los grandes protagonistas del nuevo diseño de cocinas es el color. Si bien las tonalidades neutras siguen dominando, se suman con fuerza los verdes empolvados, los marrones chocolate, el beige y el greige, una mezcla entre gris y beige que aporta calidez sin perder sofisticación. “Seguiremos viendo una paleta de colores neutros cálidos que reflejan la necesidad de calma, bienestar y conexión”, asegura Gabriela Vila, responsable de diseño de producto en Cosentino. Esta tendencia busca reforzar la vinculación entre el hogar y la naturaleza, por lo que también veremos acentos en colores como el verde bosque, el azul marino y el negro mate, que remiten directamente a paisajes naturales.
En línea con esta conexión con lo orgánico, las formas curvas continúan su reinado. Aunque algunos diseñadores auguraban el fin de la tendencia «Bold», las líneas fluidas y redondeadas se resisten a desaparecer. Agnese de Luca, Country Manager de Kvik España, afirma que “las formas orgánicas inspiradas en la naturaleza dominarán el diseño. Veremos líneas curvas en muebles, encimeras e incluso en la disposición general del espacio, generando ambientes suaves, armoniosos y humanos”. Este tipo de siluetas no solo añaden dinamismo visual, sino que también resultan más amables al tacto y a la vista.

Otro de los grandes cambios es la disposición arquitectónica. Las cocinas abiertas no solo son una moda, sino una necesidad funcional. En 2025, serán excepcionales los proyectos que mantengan la cocina separada del salón-comedor. “Estamos abandonando viejos prejuicios, como cerrar la cocina para evitar olores y ruidos”, explican desde Kvik. Los electrodomésticos actuales, con altas prestaciones y bajo nivel sonoro, permiten integrar la cocina con el resto de la casa sin comprometer la comodidad. Esta fusión de espacios también favorece la inclusión y la participación: cocinar ya no será una tarea solitaria, sino una actividad social que se comparte, incluso mientras se cuida de un bebé o se trabaja en casa.
Entre las claves de esta integración se encuentran las nuevas placas de inducción con extractor incorporado. Discretas, eficientes y silenciosas, eliminan la necesidad de campanas voluminosas. Miele, por ejemplo, apuesta por sistemas donde el extractor reacciona automáticamente a los ajustes de cocción, ofreciendo un diseño minimalista que encaja perfectamente en cualquier estilo de cocina. La tecnología, de hecho, se vuelve cada vez más invisible, al tiempo que se multiplica su funcionalidad.
En ese sentido, la cocina inteligente ha pasado de ser un lujo futurista a una realidad cada vez más común. Sistemas domóticos que permiten controlar la iluminación, regular la temperatura o programar electrodomésticos desde el móvil o por comando de voz ya están disponibles. “Ya existen frigoríficos que te permiten ver su interior desde tu teléfono, incluso estando en el supermercado”, señala de Luca. Y eso es solo el comienzo. En la nueva generación de electrodomésticos, como los de la línea Bespoke AI de Samsung, los dispositivos se comunican entre sí: el horno puede precalentarse solo porque el frigorífico detecta que estás por preparar una receta específica.

La tecnología no solo facilita las tareas, también mejora la eficiencia energética. La integración de iluminación por sensores o la posibilidad de personalizar rutinas y funciones según los hábitos del usuario permiten un uso más consciente de los recursos. Además, los materiales nobles como el mármol, el granito y el cuarzo se imponen en encimeras y revestimientos, no solo por su belleza y durabilidad, sino también por su resistencia y fácil mantenimiento, reforzando la apuesta por espacios funcionales pero elegantes.
En resumen, la cocina de 2025 será abierta, fluida, sensorial, conectada y profundamente estética. Un lugar donde se cocina, pero también se conversa, se trabaja, se comparte y se vive. Un espacio que, más que nunca, representa el alma de la casa.
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