El prestigioso Premio Mies van der Rohe, otorgado por la Comunidad Europea a la mejor obra de arquitectura, distinguió en esta edición un edificio que rompe con las convenciones tradicionales del diseño arquitectónico. Se trata de una estructura circular, 100% desmontable y reutilizable, que desafía el concepto de permanencia en la arquitectura contemporánea.
La obra, concebida por los jóvenes arquitectos Max Hacke y Gustav Düsing, es más que un edificio: es un sistema constructivo que se aleja de la idea de una estructura acabada y fija. El inmueble, que puede desmontarse y reconstruirse en otro lugar, ofrece una flexibilidad inédita en la arquitectura. Esto lo convierte en un modelo adaptable y cambiante, diseñado para responder a las necesidades y deseos de los usuarios, más que para imponerles una distribución rígida.
El pabellón, de dos plantas, se convirtió en un espacio versátil y abierto, donde los estudiantes —de cualquier facultad o disciplina— pueden trabajar y recrearse en un entorno sin jerarquías espaciales. Su diseño fomenta el respeto y la convivencia, y permite que cada usuario reinvente la disposición del lugar según sus necesidades. Es una propuesta que transforma el concepto tradicional de un edificio que provee servicios sin ofrecer la posibilidad de adaptarse a quienes lo habitan.
Este enfoque colaborativo no solo explora nuevas formas de trabajo en equipo, sino que también desafía el modo en que el conocimiento se comparte desde un espacio físico.

En términos constructivos, el edificio es modular y completamente sostenible. Se apoya en una estructura de acero y madera, sin el uso de cemento o pegamento, lo que permite su total desmontaje y reconstrucción en otro lugar. Los módulos de 3 x 3 metros se ensamblan con vigas y columnas que permiten divisiones internas, y las tablas de madera atornilladas se insertan en la estructura sin comprometer su integridad.
El edificio es energéticamente eficiente, utilizando el 80% de energía renovable. Aprovecha la energía generada por los ordenadores de los estudiantes y cuenta con un sistema de ventilación natural. Además, un tragaluz en el piso superior maximiza la entrada de luz natural. En invierno, el inmueble capta la energía solar cuando los árboles pierden sus hojas, mientras que en verano se protege con el follaje, mostrando una integración inteligente con el entorno natural.

Este edificio, galardonado con el Premio Mies van der Rohe, representa una arquitectura cambiante, sostenible y comprometida con el entorno, un verdadero ejemplo de innovación en el siglo XXI.