Comprar una propiedad de pozo —aquella que aún está en etapa de construcción o desarrollo— se ha convertido en una opción atractiva para quienes buscan ingresar al mercado inmobiliario con un presupuesto más accesible. Sin embargo, esta alternativa también presenta desafíos que no siempre son evidentes al inicio. Antes de dar el paso, es fundamental conocer tanto los beneficios como los posibles riesgos que implica esta inversión.
Fideicomiso al costo: una herramienta clave
Una de las formas más habituales de adquirir una propiedad de pozo es a través del fideicomiso al costo. Este esquema permite que los compradores realicen pagos en cuotas, mientras una entidad fiduciaria se encarga de administrar los fondos y garantizar que se destinen exclusivamente a la obra. Este sistema otorga mayor transparencia y seguridad jurídica durante el proceso de construcción.
Ventajas de invertir en propiedades de pozo
1. Precios más bajos
Uno de los mayores atractivos es el ahorro: el valor por metro cuadrado puede ser hasta un 30% inferior al de una propiedad terminada. Esto responde al hecho de que el comprador asume el riesgo del proyecto durante la etapa de obra.
2. Financiamiento en cuotas
Este tipo de operaciones permite financiar la compra a lo largo del tiempo, muchas veces en pesos y con ajustes según el índice CAC (Cámara Argentina de la Construcción), lo que brinda mayor previsibilidad en contextos inflacionarios.
3. Activo dolarizado
Aunque las cuotas pueden abonarse en pesos, el valor de referencia suele expresarse en dólares, lo cual protege la inversión frente a la devaluación de la moneda local.
4. Potencial de revalorización
Si el proyecto está bien ubicado, el inmueble puede aumentar su valor significativamente al finalizar la obra, generando una ganancia patrimonial.
5. Flexibilidad de pago
En muchos casos, es posible pagar en cuotas extendidas —incluso más allá de la fecha de entrega— lo que facilita el acceso a quienes no disponen del capital completo de forma inmediata.
Riesgos a tener en cuenta
1. Demoras o cancelaciones
Factores como la inestabilidad financiera del desarrollador o inconvenientes externos pueden retrasar o incluso frenar definitivamente la obra, afectando el retorno de la inversión.
2. Ajustes por inflación
Las cuotas pueden aumentar considerablemente debido a la inflación o al ajuste por índice CAC, encareciendo el costo total más allá de lo previsto.
3. Baja liquidez
Durante la obra, el inmueble no puede ser utilizado ni vendido fácilmente, lo que limita las opciones de disponer del capital invertido en caso de necesidad.
4. Diferencias entre lo proyectado y lo entregado
Existe el riesgo de que el resultado final no coincida con lo prometido en planos o especificaciones. Por eso, es clave revisar el contrato y conocer el historial del desarrollador.
5. Riesgo del desarrollador
La experiencia y solvencia del desarrollador son determinantes. Invertir con empresas de trayectoria comprobada reduce significativamente la posibilidad de contratiempos.