La arquitectura hostil, también conocida como arquitectura defensiva o diseño excluyente, se convirtió en una tendencia creciente en las zonas urbanas contemporáneas. Aunque su objetivo principal es impedir que las personas sin hogar utilicen determinados espacios públicos, sus efectos se extienden también a los residentes de las ciudades y al desarrollo de la vida en comunidad. Este tipo de diseño busca restringir el uso de espacios públicos a través de modificaciones en el mobiliario urbano y la implementación de elementos disuasorios.
Uno de los ejemplos más visibles de arquitectura hostil son los barrotes de hierro o pinchos colocados en pórticos y puentes para evitar que las personas sin hogar puedan dormir allí. Sin embargo, esta tendencia puede manifestarse de formas más sutiles, como bancos unipersonales o con inclinaciones incómodas que impiden su uso prolongado. De acuerdo con un ensayo publicado en la Revista Hispanoamericana de Historia de las Ideas, la arquitectura hostil es una forma de control social a través del diseño arquitectónico, la luz y el sonido.
Este tipo de diseño no solo afecta a las personas sin hogar, sino también a otros grupos, como los skaters o personas con adicciones. Además, impacta negativamente a quienes simplemente desean utilizar los espacios públicos para socializar. Los bancos individuales dificultan la conversación entre amigos o familiares, y en días de lluvia, la falta de refugios bajo portales o puentes complica la vida urbana. Asimismo, las plazas sin arbolado ni zonas verdes impiden que los niños jueguen al aire libre durante los días calurosos.
La arquitectura hostil no solo dificulta el uso de los espacios comunes, sino que obliga a las personas sin hogar a buscar refugio en lugares cada vez más inhóspitos. Las soluciones implementadas, como pinchos bajo puentes, bancos separados por reposabrazos o barreras en poyetes, no resuelven el problema del sinhogarismo, sino que lo agravan al desplazar a quienes no tienen un lugar donde dormir.
Frente a esta tendencia, surgieron alternativas como el diseño urbano inclusivo, que promueve la creación de espacios accesibles y acogedores para todos. Este tipo de diseño busca fomentar la interacción y la convivencia en la vía pública, garantizando que los entornos urbanos sean cómodos y seguros para todos los ciudadanos, sin importar sus características individuales.
Otra alternativa es el diseño urbano sostenible, que no solo apuesta por la inclusión social, sino también por la sostenibilidad ambiental. Este enfoque prioriza el uso de energías renovables y la creación de espacios verdes que protejan tanto el medioambiente como a los individuos que habitan las ciudades.