Autor: Bruno Arena, Director de Casa do Construtor en Argentina
En un sector históricamente asociado al consumo intensivo de recursos y la generación de residuos como la construcción, hablar de sustentabilidad aún suena más a promesa que a una práctica real y concreta. Sin embargo, en el entramado de modelos productivos que busca reinventarse bajo principios circulares, una alternativa gana terreno: alquilar herramientas y maquinaria como estrategia para reducir la sobreproducción, extender el ciclo de vida de los equipos y minimizar desperdicios.
Esta lógica —más enfocada en el uso eficiente que en la propiedad— no es nueva, pero empieza a tomar un nuevo valor frente al actual escenario ambiental y económico. En vez de multiplicar equipos en cada empresa, obra o contratista, ¿Por qué no compartirlos? ¿Por qué no profesionalizar ese acceso bajo demanda?
“Estamos convencidos de que el futuro del sector pasa por alquilar más y adquirir menos. No se trata solo de eficiencia económica, sino de reducir el volumen de residuos, extender la vida útil de los equipos y facilitar el acceso a tecnología de alto estándar.”, dice Bruno Arena, Director de Casa do Construtor en Argentina.
Usar según necesidad: un principio clave
Uno de los pilares de la economía circular es maximizar el valor de los productos durante el mayor tiempo posible. En lugar de adquirir maquinaria que será subutilizada o descartada antes de agotar su potencial técnico, la modalidad de alquiler permite repartir la disponibilidad entre múltiples usuarios, prolongar su funcionamiento y evitar fabricaciones innecesarias. A la vez, se reducen las emisiones derivadas de la producción, transporte y descarte.
El informe The Benefits of Equipment Rental, de la European Rental Association (ERA), indica que un aprovechamiento más intensivo y profesionalizado de la maquinaria puede reducir hasta un 30% la huella de carbono frente al modelo de propiedad individual. Además, resalta que esta modalidad fomenta la innovación tecnológica, ya que permite el acceso a equipos de última generación, sin asumir el costo de compra, favoreciendo una renovación constante y más limpia del parque de maquinaria.
“Compartir herramientas no es solo una solución práctica, es una forma inteligente de construir con responsabilidad. Cada vez que una máquina se comparte, evitamos fabricar otra que, tal vez, no era necesaria. Esa lógica es el corazón de una construcción más consciente y sustentable”, afirma Arena.

Una industria que empieza a repensarse
En Europa, el 68% de las empresas constructoras ya prioriza maquinaria de bajas emisiones al momento de arrendar. Si bien, en América Latina aún no existen estadísticas tan consolidadas, el surgimiento y expansión de franquicias especializadas comienza a consolidarse.
Más allá de los casos puntuales, la tendencia es clara: desde pequeñas reformas hogareñas hasta grandes obras, optar por el acceso temporal a equipos ya no se limita a solo una cuestión de ahorro. Ha evolucionado para convertirse en una decisión racional frente a un sistema cuyo modelo de consumo amenaza con volverse inviable.
Menos residuos, más eficiencia
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la construcción representa más del 30% de los residuos sólidos urbanos en ciertas ciudades. Muchos de estos desechos provienen de una cultura de “usar y descartar”: herramientas abandonadas, equipos obsoletos o sin mantenimiento.
Por el contrario, el alquiler promueve la reparación, el mantenimiento preventivo y la trazabilidad, lo que no solo alarga la vida útil de los equipos, sino que también genera empleos indirectos y fortalece la red de servicios técnicos especializados.
¿Cómo acelerar esta transición?
La clave está en escalar el modelo más allá de los nichos, hacia una estrategia sectorial que integre políticas públicas y decisiones empresariales. Esto implica:
Regulación que promueva el uso compartido de equipos en obras públicas.
Incentivos fiscales para empresas que adopten esquemas circulares.
Capacitación específica para profesionales que aún operan bajo lógicas tradicionales.
Al mismo tiempo, es necesario visibilizar los impactos positivos de estas decisiones. Porque optar por esta alternativa colaborativa no es un gesto menor: es una forma tangible de optimizar recursos existentes, aliviar la presión sobre el ambiente y democratizar el acceso a tecnología avanzada.
En un contexto donde la construcción tiene el desafío de redefinir su rol, el alquiler de herramientas deja de ser una opción meramente operativa o financiera para convertirse en una estrategia con impacto ambiental, económico y cultural.
Adoptarla implica cambiar la lógica de acumulación por una lógica de circulación. Dejar de pensar en “tener” para empezar a pensar en “usar bien”.
Y, en definitiva, construir —literal y simbólicamente— un futuro más sustentable.
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