En un país donde la volatilidad económica ha sido una constante durante décadas, acceder a una vivienda propia representa un desafío tan complejo como deseado. Las vías más tradicionales para concretar este objetivo incluyen la compra directa con ahorros, herencias, créditos hipotecarios o, en un modelo creciente en el mercado inmobiliario argentino, la construcción. Este último, aunque conlleva ciertos riesgos, también ofrece ventajas que, bien aprovechadas, pueden traducirse en una excelente inversión a mediano y largo plazo.
El acceso a una propiedad a través de la construcción —más precisamente, mediante la compra “en pozo”— consiste en adquirir una unidad antes de que esté construida o cuando la obra apenas comienza. Esta modalidad permite al comprador financiar la unidad mientras se desarrolla el proyecto, pagando en pesos, algo que en un contexto de alta inflación y restricciones cambiarias puede ser un diferencial importante. A su vez, el valor de la propiedad se va revalorizando a medida que avanza la obra, lo que, según estimaciones del sector, puede traducirse en una rentabilidad de hasta el 30%.
Este modelo, sin embargo, no es enteramente accesible sin capital inicial. Generalmente, los desarrolladores exigen un adelanto que ronda el 30% del valor total del inmueble. El resto suele abonarse en cuotas mensuales en pesos, ajustadas por el índice de la Cámara Argentina de la Construcción (CAC), que refleja las variaciones de costos del sector y suele evolucionar en línea con la inflación. Esto implica que las cuotas se incrementan con el tiempo, por lo que es fundamental que los compradores evalúen cuidadosamente su capacidad de pago futuro.
Un aspecto clave a tener en cuenta es que, al invertir en una propiedad en pozo, el inmueble todavía no existe, lo que genera cierta desconfianza o temor entre los potenciales compradores. ¿Qué pasa si la empresa no cumple? ¿Y si la obra se detiene o se entrega con años de demora? ¿Cómo saber si la constructora es confiable y cumplirá con lo prometido?
Ante estas dudas legítimas, expertos del sector recomiendan tomar una serie de precauciones para reducir los riesgos. La primera y más importante es revisar minuciosamente la documentación antes de firmar cualquier contrato. Es imprescindible asegurarse de que el plano del proyecto esté aprobado por las autoridades correspondientes, ya que esto garantiza que la construcción está habilitada para comenzar.
También es fundamental solicitar el título de propiedad del terreno donde se construirá el edificio. Si el desarrollo está a cargo de un fideicomiso, es decir, una figura legal común en este tipo de emprendimientos, se debe pedir el contrato del fideicomiso, además de informes de inhibición y de dominio. Estos documentos acreditan que el terreno está libre de deudas y que quienes lo venden no tienen restricciones legales para hacerlo.
Otra estrategia recomendable es investigar la trayectoria de la empresa desarrolladora. Esto se puede lograr visitando otras obras que ya haya finalizado, contactando a compradores de proyectos anteriores o directamente solicitando el portfolio de trabajos realizados. Esta información ofrece una valiosa perspectiva sobre la experiencia de la constructora y su capacidad para concretar proyectos de manera eficiente y confiable.

Un punto que no debe pasarse por alto es el historial de cumplimiento en los plazos de entrega. Si bien es comprensible que puedan surgir pequeños retrasos debido a condiciones climáticas o a demoras en la obtención de fondos, no es lo mismo una demora de algunos meses que una postergación de años. Por eso, conviene preguntar específicamente por este aspecto y contrastarlo con opiniones de clientes anteriores.
La calidad de los materiales y la elección de los proveedores también son elementos determinantes en el resultado final de la obra. Por eso, no está de más preguntar qué marcas se utilizarán y qué tipo de terminaciones se ofrecen. Este punto incide directamente no solo en la estética y el confort de la futura propiedad, sino también en su durabilidad y valor de reventa.
Finalmente, un principio básico pero muchas veces descuidado: la transparencia. Toda empresa confiable debería ser capaz de presentar un presupuesto detallado, que desglose claramente los gastos proyectados y permita al comprador saber exactamente en qué se invertirá su dinero.
En un escenario donde la inflación erosiona día a día el poder adquisitivo y el acceso al crédito hipotecario es limitado, la compra en pozo se posiciona como una alternativa inteligente para quienes buscan invertir en ladrillos y construir su futuro. No obstante, como toda inversión, requiere análisis, asesoramiento profesional y, sobre todo, prudencia. Con la información adecuada y los recaudos necesarios, construir puede dejar de ser un riesgo para convertirse en una oportunidad.
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