El costo de construir una vivienda en Argentina ha vuelto a ubicarse en el centro de las preocupaciones de quienes planean desarrollar, invertir o simplemente edificar su casa. En un escenario de volatilidad contenida, pero aún sensible, los precios del metro cuadrado han experimentado un fuerte incremento en términos de dólares durante el último año, reflejo de un proceso inflacionario persistente en moneda local y de una dinámica cambiaria particular. Esto ha transformado la construcción en un termómetro económico, donde convergen factores como el valor de los materiales, la mano de obra, las condiciones del mercado inmobiliario y la expectativa de los consumidores.
Durante el período comprendido entre octubre de 2023 y mayo de 2025, los costos de la construcción acumularon un incremento superior al 120%, especialmente impulsados por la suba de materiales, aunque con un componente creciente del precio de la mano de obra. Esta suba no fue pareja: se observaron momentos de aceleración y cierta meseta en los últimos meses, marcada por la apertura a las importaciones de insumos que contuvo parcialmente la presión inflacionaria del sector.
El costo por metro cuadrado: variabilidad según tipología y calidad
En este contexto, construir una vivienda unifamiliar en Argentina requiere una inversión que parte desde los US$1400 por metro cuadrado, en el segmento más económico, y puede trepar a US$3000 por metro cuadrado o más, en el caso de casas premium, con detalles de terminación de alta gama, materiales importados y diseño personalizado. Esto coloca al país en niveles de costos comparables con ciertas plazas urbanas de América Latina, aunque con particularidades locales que lo diferencian en materia de acceso a insumos, logística y escala de construcción.
Por ejemplo, una casa económica de 110 m² hoy demanda una inversión base de unos US$170.000, considerando materiales básicos, mano de obra estándar y una estructura convencional. A medida que se incorporan mejoras de calidad, sistemas constructivos más eficientes o requerimientos técnicos superiores (aislación, domótica, eficiencia energética), ese valor puede escalar rápidamente. Para viviendas premium de la misma superficie, el costo se duplica, pudiendo superar los US$330.000.
En proyectos de mayor superficie, como una vivienda de 315 m² en un country o barrio cerrado con estándares elevados, el costo total puede acercarse o incluso superar el millón de dólares, especialmente si se contemplan honorarios profesionales, impuestos, diseño exclusivo y terminaciones de lujo. Estos valores marcan un salto importante respecto a los registrados en 2024, cuando una vivienda de estas características se ubicaba por debajo de los US$750.000. La diferencia se explica por la inflación local, la dinámica del dólar y la creciente exigencia en calidad por parte de quienes acceden a estos desarrollos.

Comparación con precios de mercado: construir o comprar
Frente al aumento de los costos de construcción, una de las preguntas frecuentes es si resulta más conveniente edificar o comprar una propiedad usada. En la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, el valor promedio de una casa usada en mayo de 2025 fue de US$1777 por metro cuadrado, con incrementos moderados respecto al año anterior. Esto posiciona a la opción de compra como una alternativa más accesible en ciertos casos, aunque con limitaciones en disponibilidad, ubicación, estado general y posibilidad de adaptación.
En términos absolutos, una casa usada de 170 m² con tres dormitorios puede encontrarse en el mercado por US$290.000, mientras que una de 260 m² y cuatro dormitorios ronda los US$475.000. Si se comparan esos valores con el costo de construir una vivienda nueva de características similares, no siempre la brecha es tan grande. La diferencia radica, más bien, en las posibilidades de personalización, la eficiencia energética, la calidad constructiva y la vida útil del inmueble. También incide la valorización del lote: en muchas zonas urbanas, conseguir un terreno con buen acceso y servicios representa un desafío en sí mismo, sumando costos significativos al proyecto.
La lógica del aumento: dólar planchado e inflación interna
Uno de los factores más determinantes en este proceso ha sido la estabilidad del dólar oficial, que permaneció prácticamente sin variaciones sustanciales durante varios meses, mientras que la inflación en pesos continuó su curso. Esta desconexión generó un fenómeno particular: los precios medidos en dólares comenzaron a escalar, aún sin movimientos bruscos del tipo de cambio.
El resultado fue que construir en dólares resultó cada vez más caro, incluso en comparación con años anteriores marcados por la volatilidad. Si bien en contextos pasados el dólar alto tendía a licuar parcialmente los costos de edificación en moneda extranjera, la situación actual presenta el efecto contrario. Los desarrolladores, constructores y autoconstructores que contaban con un capital en divisa extranjera vieron reducir su capacidad de obra, necesitando más dólares para completar la misma cantidad de metros cuadrados.
Este fenómeno también generó un freno en la demanda, especialmente en los segmentos medios, donde las decisiones de construcción están más atadas a presupuestos finitos y disponibilidad inmediata de fondos. El impacto se notó en una desaceleración de nuevos permisos de obra en muchas ciudades, aunque no se tradujo en una caída generalizada, dado que ciertos sectores del mercado continuaron empujando proyectos con enfoque a mediano plazo.

Materiales e insumos: entre la importación y la sustitución local
La composición del costo total de una obra responde a varios factores, siendo los materiales uno de los componentes centrales. Durante el último año, su precio en pesos se duplicó o más en la mayoría de los rubros, aunque desde principios de 2025 comenzaron a observarse correcciones moderadas gracias a la flexibilización de las importaciones y a la mejora en la competitividad de algunos productos locales.
Entre los materiales con mayores ajustes se encuentran el hierro, el cemento, los ladrillos cerámicos, los áridos, los sistemas de aislación y ciertos insumos eléctricos y sanitarios. En cambio, rubros como pintura, carpintería y terminaciones mostraron subas más contenidas, especialmente en aquellos casos en los que el mercado pudo abastecerse con productos importados o alternativos. La diversidad de marcas y calidades también permitió a muchos constructores optar por versiones más económicas sin resignar funcionalidad, aunque esto requiere conocimiento técnico y una correcta planificación.
La mayor apertura del mercado permitió el ingreso de productos que antes tenían dificultades para llegar al país, como ciertos paneles térmicos, sistemas de tabiquería liviana, grifería y equipamiento de cocina. Esto ayudó a estabilizar precios en algunos segmentos, al tiempo que impulsó un proceso de competencia que forzó a fabricantes locales a ajustar sus precios o mejorar sus prestaciones. El resultado es un mercado de materiales más amplio, aunque todavía con asimetrías en la cadena de distribución y logística.
Mano de obra: el factor que gana peso
Mientras los materiales mostraron cierta estabilización o incluso baja en algunos rubros, el costo de la mano de obra sigue siendo un componente creciente. Las paritarias del sector y la informalidad parcial en pequeñas obras residenciales hacen que este ítem tenga comportamientos distintos según la región del país, el tipo de obra y el nivel de especialización requerido.
En obras medianas o grandes, el componente salarial es más previsible, sujeto a convenios colectivos y a índices de actualización oficiales. En cambio, en la autoconstrucción o en obras pequeñas, los acuerdos son más flexibles pero también más vulnerables a subas repentinas. En cualquier caso, la mano de obra representa entre el 30% y el 50% del costo total de una vivienda, dependiendo de la complejidad de la obra, el sistema constructivo y la duración del proyecto.
Otro aspecto que incide es la disponibilidad de trabajadores calificados. En algunas zonas del país, la demanda de personal con experiencia en instalaciones eléctricas, sanitarias, soldadura o montaje especializado supera la oferta, lo que eleva el valor hora y ralentiza los cronogramas de ejecución. En ese sentido, la tecnificación y la industrialización de ciertas etapas (como el uso de paneles premoldeados o estructuras metálicas) se presentan como alternativas viables para acortar plazos y controlar costos.
Viviendas económicas vs. viviendas premium
La brecha entre construir una casa accesible y una de alta gama se amplió durante el último año. Esto responde no solo al encarecimiento de ciertos productos, sino también a las decisiones de diseño y estilo de vida de los usuarios. Mientras que en las viviendas económicas se busca optimizar cada metro cuadrado, en las premium se prioriza la amplitud, el confort, la eficiencia energética, el paisajismo y la tecnología aplicada.
Una vivienda económica de tres ambientes puede resolverse hoy con un presupuesto inferior a los US$170.000, si se utilizan materiales estándar, estructura tradicional y un lote con servicios básicos. Estas viviendas suelen tener entre 70 y 110 m², sin cocheras múltiples, ni grandes superficies exteriores.
En el otro extremo, las viviendas premium duplican o triplican ese costo, especialmente cuando incorporan soluciones como calefacción por losa radiante, ventanas con DVH, revestimientos especiales, piscinas climatizadas, sistemas de domótica, artefactos importados, jardines diseñados o iluminación inteligente. El resultado es una vivienda que no solo busca habitar, sino también representar un estilo de vida.

Perspectivas: ¿qué esperar para el resto de 2025?
El escenario futuro estará condicionado por variables múltiples: la evolución del dólar, las tasas de interés, el ritmo de la obra pública, la continuidad de la apertura a las importaciones y el comportamiento del crédito hipotecario. En principio, los especialistas no proyectan una baja significativa en los costos totales, aunque sí se espera una mayor previsibilidad y cierta desaceleración en las subas.
En paralelo, se observa un cambio de comportamiento en la demanda. Muchos particulares evalúan construir en etapas, con proyectos modulares o sistemas que permiten habitar parcialmente la vivienda y luego ampliar. También hay mayor interés por soluciones de eficiencia energética y sustentabilidad, no solo por conciencia ambiental, sino como forma de ahorro a largo plazo.

En este contexto, construir una vivienda en Argentina en 2025 sigue siendo una meta posible, pero requiere más planificación, conocimiento de mercado, capacidad de adaptación y, sobre todo, una administración eficiente del presupuesto. La decisión entre construir o comprar dependerá de cada situación, pero lo cierto es que el costo de edificar refleja, hoy más que nunca, la complejidad del país y su entramado económico, social y productivo.
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