Mientras China y Estados Unidos negocian un acuerdo comercial, la apertura de mercados en Argentina profundiza el deterioro de sectores industriales locales. Uno de los casos más alarmantes es el de Ferrum, histórica fabricante nacional de artefactos sanitarios, que enfrenta una severa caída de su actividad productiva a raíz del ingreso masivo de productos importados a bajo costo.
La firma, fundada hace más de un siglo y considerada líder en el rubro de sanitarios en el país, atraviesa un momento crítico. Desde mediados de 2024, Ferrum ha visto desplomarse sus ventas y ha tenido que activar un agresivo plan de ajuste para sobrevivir. Entre las medidas adoptadas se incluyen la paralización de su planta en Villa Rosa durante todo julio del año pasado, recortes operativos y el despido de alrededor de 100 de sus 800 trabajadores.

La situación fue confirmada por el propio Rodolfo Viegener, CEO y propietario de Ferrum, quien en declaraciones recientes reconoció que el principal factor detrás del derrumbe de su negocio es el avance incontenible de las importaciones provenientes de China. «Si bien se trata de productos importados, carecen de durabilidad y garantía. Es lógico que los consumidores opten por ellos debido a su bajo precio», admitió Viegener, visiblemente preocupado por la pérdida de competitividad que afecta a su compañía.
La liberalización del comercio exterior impulsada por el gobierno argentino en los últimos meses ha facilitado el ingreso de una avalancha de productos asiáticos en diversos sectores, pero con especial impacto en bienes industriales. Los sanitarios chinos —lavamanos, inodoros, bidés, grifería— llegan al país con precios entre un 40% y 60% más bajos que los fabricados localmente, una diferencia que deja a los productores nacionales sin margen para competir, especialmente en un contexto inflacionario y con altos costos laborales.
Ferrum, que durante décadas fue símbolo de calidad y fabricación nacional, ya había enfrentado en años anteriores altibajos económicos, pero nunca una embestida como la actual. “Competir con un producto que entra subvaluado, sin los estándares de calidad ni las exigencias regulatorias que sí se nos imponen a nosotros, es simplemente inviable”, explicó uno de los gerentes de planta consultado off the record.
Durante 2024, la acumulación de stock se convirtió en un problema crítico. La empresa llegó a tener sus depósitos colmados de productos terminados sin demanda. Fue entonces cuando decidió suspender la producción en su planta de Villa Rosa, en la provincia de Buenos Aires, durante el mes de julio, con el objetivo de reducir inventarios y ajustar costos.
Este freno tuvo un fuerte impacto sobre la plantilla laboral. Unos 100 operarios fueron desvinculados en ese periodo, y fuentes internas no descartan que haya nuevos recortes si no cambia el escenario en los próximos meses. La decisión, dolorosa pero inevitable según la conducción de la empresa, generó además un fuerte malestar entre los gremios del sector cerámico, que alertan sobre un posible efecto dominó en otras empresas proveedoras o relacionadas.
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Falta de medidas de protección
Desde el sector empresarial se reclama que el gobierno nacional adopte mecanismos más firmes para proteger a la industria frente a la competencia desleal. Se señala, entre otras cosas, la necesidad de implementar licencias no automáticas para ciertos productos importados, establecer precios de referencia y reforzar controles en la Aduana para evitar subfacturación.
Sin embargo, por ahora las señales oficiales no apuntan a una reversión de la política comercial. El acercamiento diplomático entre Argentina y China, sumado a una estrategia orientada a controlar la inflación a través de precios bajos, ha hecho que las autoridades prioricen el abaratamiento de bienes en góndola por sobre la defensa del aparato productivo nacional.
Una marca en jaque
Ferrum representa mucho más que una empresa más en problemas. Para muchas generaciones, ha sido sinónimo de industria nacional, innovación en diseño y presencia en millones de hogares argentinos. Su actual crisis pone de relieve la fragilidad del tejido industrial frente a cambios bruscos en las reglas del comercio internacional.
“Queremos seguir siendo una empresa argentina, producir acá, dar empleo y calidad. Pero necesitamos condiciones razonables para hacerlo”, concluyó Viegener, quien no descarta tener que seguir achicando su estructura si no hay una corrección de rumbo.
Mientras tanto, la planta de Villa Rosa opera a ritmo reducido, con la esperanza de resistir hasta que el mercado vuelva a equilibrarse. En el horizonte, la duda persiste: ¿puede sobrevivir una industria nacional sin protección frente al avance imparable de las importaciones?