En un contexto marcado por la urgencia climática, la necesidad de disminuir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero y la búsqueda de métodos constructivos más eficientes y sustentables, la madera se proyecta como uno de los materiales clave para redefinir el paradigma de la construcción a nivel global. Lejos de su uso tradicional limitado a viviendas unifamiliares o cabañas, este recurso renovable está siendo protagonista de una revolución tecnológica y arquitectónica que lo posiciona como pilar fundamental de las nuevas edificaciones en altura. Desde Noruega hasta Canadá, pasando por Austria, la madera está dejando huella en los paisajes urbanos contemporáneos. Y Argentina, con un potencial productivo latente, no quiere quedarse atrás.
Reducción de emisiones y eficiencia constructiva
La industria de la construcción es responsable de más del 35% de las emisiones globales de dióxido de carbono, según datos de organismos internacionales especializados. Ante este panorama, la madera surge como una alternativa prometedora. Su uso permite no solo disminuir las emisiones de CO2 asociadas a los materiales convencionales como el hormigón y el acero, sino también capturar y almacenar carbono durante décadas, siempre que su obtención provenga de una gestión forestal responsable.
Además de su bajo impacto ambiental, la madera estructural moderna permite reducir los plazos de obra de forma significativa. Gracias a su ligereza, facilidad de transporte y la posibilidad de prefabricación industrial, los tiempos de construcción se acortan drásticamente, reduciendo costos logísticos, riesgos en obra y desperdicio de materiales. Esto representa una ventaja estratégica frente al crecimiento urbano acelerado y la presión por reducir el déficit habitacional en numerosos países, incluido Argentina.

CLT y Glulam: la nueva era de la madera
La irrupción de tecnologías como la madera laminada cruzada (CLT) y la madera laminada encolada (Glulam) fue decisiva para el despegue de la madera como material para grandes estructuras. El CLT consiste en paneles de madera maciza compuestos por capas dispuestas en ángulo recto entre sí y unidas con adhesivos estructurales. Este método da lugar a un material de alta resistencia, estabilidad dimensional y excelente comportamiento frente a cargas estructurales.
Por su parte, el Glulam combina tiras de madera unidas por adhesivos, generando componentes flexibles que pueden adaptarse a formas curvas o requerimientos estructurales específicos. Ambos productos están transformando lo que hasta hace poco parecía inviable: construir edificios de más de 80 metros de altura casi íntegramente en madera.
Ejemplos globales que marcan el rumbo
El uso de estos materiales ya es visible en las principales ciudades del mundo. En Noruega, por ejemplo, se encuentra Mjøstårnet, el edificio de madera más alto del planeta con 85,4 metros distribuidos en 18 pisos. Inaugurado en 2019 en la ciudad de Brumunddal, este rascacielos alberga oficinas, departamentos, un hotel y una piscina climatizada. Su estructura, completamente desarrollada con CLT y Glulam, no solo resuelve cuestiones técnicas como la resistencia al fuego o las vibraciones, sino que también demuestra que la madera puede ser protagonista en obras de alta complejidad.
Otro caso emblemático es HoHo Wien, en Viena, con una altura de 84 metros. Este edificio combina una estructura híbrida —mayoritariamente en madera, con un núcleo de hormigón para brindar rigidez y protección adicional—, y evidencia la tendencia hacia soluciones mixtas que maximizan la eficiencia estructural y energética.
En Canadá, la Brock Commons Tallwood House, ubicada en la Universidad de British Columbia, fue pionera en este tipo de desarrollos, alcanzando los 53 metros de altura en 2017. Utilizando una técnica que combina paneles de CLT y columnas de Glulam, este edificio marcó un hito para la arquitectura universitaria, reduciendo el impacto ambiental y promoviendo prácticas de construcción sustentables.
Impacto ambiental positivo y beneficios habitacionales
Más allá de los récords de altura, estos proyectos simbolizan una respuesta concreta al calentamiento global. La madera, al ser un recurso renovable, contribuye a mitigar el cambio climático si proviene de fuentes sostenibles. Su capacidad aislante mejora el rendimiento energético de las construcciones, disminuyendo el consumo en climatización. Además, posee cualidades acústicas que reducen la contaminación sonora, regula naturalmente la humedad interior y mejora la calidad del aire en los espacios habitados.
Comparaciones técnicas revelan el peso ambiental de los materiales tradicionales. Mientras que un metro cuadrado de estructura en acero genera cerca de 40 kg de CO₂ y consume 143 kWh de energía, la misma superficie construida en hormigón emite 27 kg de CO₂ y requiere 80 kWh. La madera, en cambio, reduce esas cifras a 4 kg de CO₂ y 22 kWh. Esta notable diferencia la posiciona como el material con menor demanda energética para su fabricación y mayor capacidad de compensación ambiental.

El caso argentino: oportunidades y desafíos
Argentina posee condiciones óptimas para sumarse activamente a esta transformación. El país cuenta con una vasta industria forestal, especialmente en regiones como Misiones, Corrientes y Entre Ríos. La madera laminada encolada (Glulam) ya se produce localmente, con una infraestructura industrial y técnica que permite proyectar edificaciones de media altura, como casas y edificios de hasta cuatro pisos.
Sin embargo, el país aún no cuenta con una producción instalada de CLT, lo que representa una barrera para aspirar a construcciones de gran escala en altura. A pesar de ello, el potencial para desarrollos intermedios es inmenso, tanto para el sector privado como para proyectos habitacionales públicos. La velocidad constructiva de la madera podría ser clave para reducir el déficit habitacional, especialmente si se suman políticas de financiamiento adecuadas, incentivos normativos y una articulación fluida entre el Estado, el sector privado y los entes técnicos.
El factor normativo y cultural
Uno de los principales desafíos para el crecimiento del uso de madera en la construcción argentina no es técnico, sino normativo y cultural. La construcción en madera aún arrastra prejuicios vinculados a su supuesta fragilidad o inflamabilidad, percepciones que han sido desmentidas por rigurosas pruebas de laboratorio y experiencias internacionales exitosas. Además, la reciente aparición de normativas como el reglamento CIRSOC 601, que regula estructuras de madera, constituye un avance clave hacia la homologación de estos sistemas constructivos.
La educación profesional, la capacitación técnica y la difusión de buenas prácticas son fundamentales para consolidar la confianza en el material. Las universidades, los colegios de arquitectos e ingenieros y los centros de investigación juegan un papel decisivo en este proceso.

Prefabricación, innovación y competitividad
La prefabricación en madera permite alcanzar niveles de eficiencia inéditos en la industria. Al producir componentes modulares en entornos controlados, se minimizan errores, se reducen desperdicios y se garantiza una mayor calidad constructiva. Este modelo, además, disminuye la necesidad de mano de obra intensiva en obra, lo que resulta especialmente valioso en contextos de escasez de personal calificado.
Hoy, el costo para construir en altura en Argentina ronda los u$s1.500 por metro cuadrado, y si se incorporan tecnologías avanzadas o terminaciones de alta gama, ese valor puede incrementarse en un 60%. La madera, con su capacidad para acortar plazos y disminuir costos logísticos y energéticos, puede volverse más competitiva si se optimiza la cadena de valor, desde la plantación hasta la construcción final.
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