La actividad de la construcción en Argentina mostró una tenue mejora durante agosto, con un avance del 0,5% respecto de julio, según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC). Sin embargo, el repunte no fue suficiente para modificar la tendencia general de estancamiento que atraviesa el sector desde hace varios meses. Pese a este leve incremento, el nivel de actividad se mantiene prácticamente en el mismo punto que en diciembre de 2024, sin señales claras de una recuperación sostenida.
Desde comienzos de 2025, la construcción ha mostrado un comportamiento errático, alternando meses de subas y bajas, en un patrón que los analistas describen como “modo serrucho”. Esta dinámica evidencia que el sector no logra consolidar una tendencia positiva, a pesar de algunos repuntes puntuales que suelen estar más vinculados a factores estacionales o a la ejecución de obras específicas que a una mejora estructural de la economía.
El Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC), que elabora el INDEC, mostró así un leve avance mensual, aunque continúa un 2% por debajo del nivel alcanzado en abril, que fue el punto más alto desde el inicio de la gestión de Javier Milei. A su vez, el valor de la serie desestacionalizada se mantuvo prácticamente idéntico al registrado a fines del año pasado, lo que refleja que, en términos reales, el sector no ha avanzado en todo el período transcurrido de 2025.
En la comparación interanual, el ISAC mostró un aumento del 0,4%, una cifra modesta que, sin embargo, se traduce en un acumulado del 8% superior al del mismo período de 2024. Este crecimiento se explica principalmente por la baja base de comparación, ya que el año anterior estuvo marcado por fuertes caídas en la actividad debido al freno de la obra pública, la inflación elevada y la pérdida del poder adquisitivo.
Comportamiento dispar de los insumos
El análisis de los insumos de la construcción evidencia una marcada heterogeneidad en su evolución durante el último año. Mientras algunos materiales mostraron incrementos significativos en sus niveles de producción y despacho, otros registraron caídas pronunciadas.
Entre los productos con mayores subas se destacaron el asfalto, con un incremento interanual del 61%, impulsado por la reactivación de ciertos proyectos viales, y los mosaicos graníticos y calcáreos, con una mejora del 32,3%. También el hormigón elaborado experimentó una variación positiva del 22,5%, en línea con el avance de algunas obras privadas de mediana escala y desarrollos residenciales.
En contraste, otros materiales sufrieron importantes retracciones. Los ladrillos huecos, esenciales para la construcción tradicional, cayeron 14,7%, mientras que las placas de yeso se redujeron 11,5% y las cales 9,5%. Estas bajas reflejan una menor demanda de materiales vinculados a obras nuevas y refacciones menores, sectores directamente asociados al consumo de las familias.
Este comportamiento dispar también pone de relieve la fragmentación del mercado de la construcción, donde conviven segmentos con diferentes realidades: mientras las obras de infraestructura o grandes proyectos privados pueden sostener cierta actividad, la construcción residencial o de pequeñas obras continúa muy afectada por las condiciones económicas generales, el encarecimiento del crédito y la caída del ingreso disponible de los hogares.
Un sector condicionado por la macroeconomía
La falta de estabilidad macroeconómica sigue siendo el principal obstáculo para que la construcción logre consolidar una recuperación. La combinación de tasas de interés elevadas, financiamiento limitado, inflación persistente y una demanda interna debilitada impide que el sector despegue.
A pesar de que algunos indicadores privados de septiembre anticiparon leves mejoras —como el incremento del 1,1% en el Índice Construya y del 3,3% en los despachos de cemento—, los analistas coinciden en que no se trata de señales suficientes para proyectar una reactivación sostenida. Las expectativas empresariales también se han deteriorado: solo un 7% de las compañías constructoras prevé un aumento de la actividad en los próximos meses, frente al 11% que lo esperaba en el relevamiento anterior. En cambio, un 28% anticipa una caída, cuando en el informe previo esa cifra era del 21%.
Estas percepciones responden a la incertidumbre general sobre el rumbo de la economía, la ejecución de la obra pública y el comportamiento del mercado inmobiliario. Las restricciones presupuestarias del Estado y la baja en la inversión pública impactan directamente en la demanda de materiales e insumos. Por otro lado, el sector privado se muestra cauto ante la volatilidad cambiaria, la dificultad de acceder a crédito y la pérdida de poder adquisitivo de la población, que limita la capacidad de compra de viviendas y la realización de refacciones.
La dinámica del empleo y la inversión
El empleo en la construcción también refleja la falta de dinamismo del sector. Si bien los niveles de ocupación no se desplomaron, muestran una tendencia de estancamiento desde comienzos del año. Las empresas constructoras mantienen sus plantillas con cautela, sin expandir significativamente su personal, a la espera de señales más claras de recuperación.
En materia de inversión, la situación es similar. Las decisiones de nuevos proyectos o ampliaciones se ven demoradas por la falta de previsibilidad en los costos, las tasas de interés altas y la incertidumbre sobre la demanda futura. Muchos desarrolladores inmobiliarios optan por postergar obras o avanzar a un ritmo más lento, priorizando la liquidez y el control de gastos.
La suba del costo de los materiales en los últimos meses, junto con la dificultad para acceder a financiamiento en condiciones razonables, también afecta la rentabilidad de los proyectos. Esto se traduce en una menor cantidad de lanzamientos y en una competencia más fuerte entre las empresas por captar a los pocos compradores activos.

Los desafíos estructurales
Más allá de la coyuntura macroeconómica, la construcción enfrenta desafíos estructurales que limitan su crecimiento. Entre ellos se destacan la alta informalidad laboral, los desequilibrios en la cadena de suministros, la dependencia de la obra pública y la escasa incorporación de tecnología e innovación.
La informalidad sigue siendo uno de los principales problemas del sector. Una parte significativa de los trabajadores de la construcción opera fuera del sistema formal, lo que afecta tanto la recaudación como la estabilidad del empleo y la productividad. A su vez, la falta de capacitación técnica en algunos segmentos reduce la calidad de la mano de obra y limita la posibilidad de implementar métodos constructivos más eficientes.
Por otro lado, la dependencia de la obra pública hace que el sector sea especialmente sensible a los ciclos políticos y fiscales. Cuando el Estado reduce el gasto en infraestructura, el impacto sobre la actividad es inmediato. En este sentido, la política fiscal restrictiva aplicada en los últimos meses ha reducido el volumen de proyectos nuevos y ha ralentizado la ejecución de los ya en curso.
En cuanto a la innovación, si bien algunas empresas privadas han comenzado a incorporar tecnologías de construcción modular, impresión 3D o sistemas de gestión digital, la adopción sigue siendo incipiente. La mayoría de las obras continúa realizándose con métodos tradicionales, lo que limita los avances en productividad y sostenibilidad.
Perspectivas hacia fin de año
Las perspectivas para los últimos meses de 2025 se mantienen prudentes. Aunque algunos analistas no descartan repuntes puntuales en ciertos rubros —por la estacionalidad o la ejecución de proyectos que habían sido demorados—, no se espera una recuperación de fondo.
La evolución de la construcción dependerá en gran medida del comportamiento de la economía en su conjunto. Si las tasas de interés permanecen elevadas y el crédito hipotecario no se reactiva, será difícil que el sector logre un impulso consistente. Del mismo modo, si la obra pública continúa restringida, las empresas que dependen de contratos estatales seguirán enfrentando dificultades para sostener su actividad.
El segmento privado podría encontrar alguna oportunidad en proyectos vinculados a la reconversión urbana, desarrollos de vivienda en zonas intermedias o construcción industrial, pero aún en ese caso las condiciones financieras y la demanda interna serán determinantes.
En este contexto, los actores del sector coinciden en la necesidad de políticas más estables y previsibles que fomenten la inversión y reduzcan la volatilidad. La estabilidad macroeconómica, la mejora del financiamiento y la promoción de la vivienda como motor del crecimiento aparecen como los ejes fundamentales para que la construcción pueda salir de su actual estancamiento.
Un equilibrio inestable
El balance general muestra a una industria que, pese a leves señales de recuperación, sigue transitando una etapa de equilibrio inestable. Cada mejora mensual parece compensarse con una caída posterior, impidiendo que se consolide una tendencia clara. Esta situación afecta tanto a las empresas como a los trabajadores, que deben adaptarse a un entorno de permanente incertidumbre.
Aun así, la construcción continúa siendo un sector clave para la economía argentina. Su capacidad de generar empleo, dinamizar la demanda de materiales y traccionar a otras ramas productivas lo convierten en un pilar fundamental del desarrollo. Sin embargo, para que ese potencial se materialice, será necesario superar las trabas coyunturales y estructurales que frenan su crecimiento.
En definitiva, el leve avance del 0,5% registrado en agosto refleja una mejora transitoria dentro de una tendencia más amplia de estancamiento. La actividad se mantiene en niveles similares a los de fines de 2024, sin lograr despegar. Las perspectivas de corto plazo siguen siendo moderadas y dependen de factores externos al sector, como la evolución de la economía general, las políticas fiscales y monetarias, y la recuperación del poder adquisitivo.
El desafío será, en los próximos meses, transformar los tímidos indicios de mejora en un proceso sostenido de expansión. Para eso, la construcción necesita un entorno económico más estable, reglas claras y acceso al financiamiento que le permitan recuperar su dinamismo histórico. Hasta entonces, el sector continuará moviéndose al ritmo de un “modo serrucho”, con avances y retrocesos que delinean un panorama de crecimiento débil y volátil.
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